Internacional, Wednesday 23 de July de 2014

La polémica vuelve a salpicar la ejecución de un condenado a muerte en EEUU

A Joseph Rudolph Wood fallecer le llevó una hora y 57 minutos. Fue un tiempo en el que sus abogados tuvieron hasta tiempo de preparar y enviar una solicitud urgente a la Justicia del estado de Arizona reclamando la suspensión de la ejecución porque ésta estaba convirtiéndose en una carnicería.

El documento declaraba que Wood, de 55 años, estaba "jadeando", "dando boqueadas" y resoplando en la camilla de la cárcel a la que estaba atado y en la que se le había suministrado una mezcla cuya composición no ha sido hecha pública. Wood había sido condenado a muerte por el asesinato de Eugene y Debra Dietz, padre e hija, en un crimen pasional hace 25 años.

La de Wood ha sido una ejecución horrorosa incluso para los parámetros de los ajusticiamientos que se están llevando a cabo en Estados Unidos. Por poner un ejemplo, el de Clayton Lockett, en Oklahoma, en el mes de abril, que levantó un considerable revuelo por su crueldad, duró 40 minutos. Éste ha sido casi el triple.

Lockett se mantuvo parcialmente consciente durante parte de su agonía, cuando los testigos presentes en su ejecución le oyeron repetir "algo no marcha bien". Wood, sin embargo, dio muestras de perder el conocimiento a los cuatro minutos de serle administrada la inyección letal, según el periodista Michael Kiefer, del diario 'Arizona Republic', que estuvo presente durante todo el proceso. Sin embargo, 11 minutos después de haber quedado inconsciente, Woods empezó a jadear, y continuó haciéndolo durante una hora y 28 minutos.

Polémicas ejecuciones

La agonía de los presos en EEUU se prolonga tanto porque la Unión Europea ha suspendido, por razones humanitarias, las exportaciones a Estados Unidos de pentobarbitral y tiopental sódico, dos de las drogas que, junto con un sedante, se emplean en las ejecuciones. A consecuencia de ello, los estados, que son los que habitualmente se encargan de las penas de muerte en ese país han empezado a, literalmente, experimentar con otros productos.

Precisamente, fue está circunstancia lo que hizo que los abogados de Woods intentaran un último camino para evitar la ejecución, cuando pidieron que se hiciera pública la composición de las drogas y los nombres de sus fabricantes. Según los letrados del asesino de Eugene y Debra Dietz, mantener esa información secreta constituye una violación del derecho a la libertad de información recogido en la Primera Enmienda de la Constitución de EEUU. La petición fue rechazada por el Supremo de EEUU.

Sin embargo, antes de que la UE prohibiese la exportación de los productos empleados en las ejecuciones, éstas a menudo se prolongaban mucho más de los 10 minutos que en teoría deben durar. En algunas ocasiones las drogas no eran inyectadas en vena, lo que provocaba quemaduras internas a los sentenciados a muerte. La razón por la que no encontraban las venas era algo tan simple como que muchos presos sufrían de obesidad.

La familia de las dos personas asesinadas por Wood ha cuestionado la versión de los medios de comunicación. "A mí no pareció que estuviera tratando de respirar, sino que estaba roncando", declaró Jeannie Brown, pariente de Eugene y Debra Dietz, que añadió que el condenado "se lo merecía". Su esposo, Richard, criticó a los medios de comunicación por fijarse en lo que resistió Wood: "No se trata de las drogas [que le fueron suministradas], sino de lo que hizo".

Fuente.elmundo