Internacional, Sunday 7 de April de 2019

La matanza impulsada por la mayoría hutu contra la minoría tutsi duró 100 días y costó la vida de unas 800 mil personas

Según Amnistía Internacional, la “inacción del mundo” fue crucial en la cantidad de víctimas.

Veinticinco años después del genocidio de Ruanda, ocurrido el 7 de abril de 1994, las heridas de aquella matanza que costó la vida de unas 800 mil personas, en su mayoría de la minoritaria etnia tutsi, permanecen vigentes en ese pequeño país africano que culpa a Occidente por no evitar esos crímenes.

“Los tutsis no merecen vivir. Hay que matarlos. Incluso a las mujeres preñadas hay que cortarlas en pedazos y abrirles el vientre para arrancarles el bebé”, decía un mensaje transmitido en abril de 1994 por la racista Radio Televisión Libre.

Ruanda acusó repetidamente a Francia de dar adiestramiento militar a las milicias hutus que provocaron la matanza y, por estos días, invitó al presidente francés, Emmanuel Macron a participar de la conmemoración del 25º aniversario de ese hecho.

El detonante de la tragedia fue la muerte del presidente ruandés, Juvenal Habyarimana, de la etnia hutu, cuyo avión fue derribado cerca del aeropuerto de Kigali, el 6 de abril 1994. Junto al mandatario falleció también su colega de Burundi, Cyprien Ntaryamira.

Inmediatamente, el gobierno ruandés acusó por el siniestro a los rebeldes tutsis del Frente Patriótico Ruandés (FPR).

En 2006, un juez francés responsabilizó al actual presidente de Ruanda, Paul Kagame, en ese momento líder de un grupo rebelde tutsi, y a algunos de sus asociados cercanos, por llevar a cabo el ataque con cohetes contra el avión de Habyarimana.

Por su parte, Kagame acusó a la administración del fallecido presidente francés Francois Mitterrand de entrenar y armar a las milicias hutu, y negó las acusaciones en su contra.

Matanzas

Las matanzas, que eliminaron al 75 por ciento de los tutsis y a miles de hutus moderados, se extendieron desde la capital de Ruanda, Kigali, por todo el país de 12 millones de habitantes, en apenas cuatro meses.

Sin embargo, la muerte del presidente Habyarimana no fue sólo la causa principal del genocidio de Ruanda, ya que desde la época colonial hubo diferencias entre la mayoría hutu y la minoría tutsi.

El resentimiento entre los hutus se fue gradualmente acumulando desde la independencia de Bélgica, culminando en una serie de disturbios en 1959, donde más de 20 mil tutsis fueron asesinados.

Muchos huyeron a los países vecinos como Burundi, Tanzania y Uganda.

Cuando Bélgica renunció al poder y Ruanda logró su independencia en 1962, los hutus tomaron su lugar. En las décadas siguientes, los tutsis fueron usados como chivos expiatorios en cada crisis que vivía el país.

Los dos grupos étnicos son muy similares: hablan el mismo lenguaje, habitan las mismas áreas y siguen las mismas tradiciones. Sin embargo, los tutsis son a menudo más altos y delgados que los hutus, por lo que algunos dicen que son originarios de Etiopía.

Cuando los colonialistas belgas llegaron a Ruanda en 1916, fabricaron tarjetas de identidad de acuerdo a su etnicidad.

Los belgas consideraban a los tutsis superiores a los hutus, y durante muchos años esta última etnia gozó de los mejores empleos y de una mejor educación que sus vecinos.

La guerra entre ellos empezó a definirse cuando el movimiento FPR capturó la capital, Kigali, motivo por el cual dos millones de hutus huyeron a Zaire, ahora llamada República Democrática del Congo.

Aunque la matanza de Ruanda estaba terminada, la presencia de las milicias hutus en el Congo condujo a un conflicto en ese país, provocando la muerte de por lo menos cinco millones de personas.

Según informes de la organización Amnistía Internacional (AI), con sede en Londres, la “inacción internacional” jugó un papel crucial para que pudiera alcanzarse la cantidad de víctimas mortales que provocó.

“La ONU se vio sobrepasada por los hechos en Ruanda, por lo tanto la respuesta de ese organismo fue lenta ya que se generó un debate sobre cuándo la comunidad internacional debía actuar”, señaló AI.

El 22 de marzo de 2019, el Tribunal Supremo de Ruanda condenó a Charles Bandora a 30 años de cárcel por crímenes de lesa humanidad en el genocidio de 1994.

Bandora era jerarca del Movimiento Nacional Republicano por la Democracia y el Desarrollo (MRND), el partido del ex presidente Habyarimana, cuyo asesinato desencadenó el genocidio.

En el llamado Monumento al Genocidio, el presidente Paul Kagame dirigirá un discurso al país, mientras las familias de las víctimas depositarán coronas florales donde están sepultadas más de 250 mil personas.

Será “el momento para honrar la memoria de más de un millón de víctimas, unirse a través de la fuerza y la dignidad de nuestra nación y revisar nuestra determinación de construir un futuro próspero para futuras generaciones”, dijo el secretario ejecutivo de la Comisión Nacional para la Lucha contra el Genocidio (CNLG), Jean-Damascène Bizimana.

Decenas de jefes de Estado y de gobierno han sido invitados, incluido el presidente francés, Emmanuel Macron, a pesar de que Ruanda acusa a Francia de complicidad con la masacre.

El presidente Macron creó el viernes pasado una comisión de ocho investigadores e historiadores que indagarán sobre las acciones llevadas a cabo por Francia durante el genocidio, cuyos resultados serán usados en programas educativos.

El grupo de expertos “tendrá la tarea de investigar y analizar el papel del país en ese período”, dijo la presidencia francesa en un comunicado.