Nacional, Friday 10 de May de 2019

"¡Qué julepe!", exclamó el conductor de "Otra noche familiar" cuando la participante, que llevaba su vestido de novia, logró salir del "pantano" auxiliada por su parej

Un error cromático decretó la suerte de los recién casados ya en la tercera pregunta. Ante la consulta de Guido Kaczka, Mauro arriesgó que las boinas del ejército norteamericano son de color blanco, desechando la opción correcta (verde, claro). Y desde lo alto de la tarima, Mariela suspiró: en segundos más, tal como lo establece el juego El Pantano, de Otra noche familiar, las compuertas se abrirían, cayendo al agua con su precioso vestido de novia.

Mauro y Mariela concursaron en el programa de El Trece a tan solo diez días de haber dado el "¡Sí, quiero!". Por eso él asistió de esmoquín; impecable, sí, pero con otro desacierto cromático: un especialista de imagen habría aconsejado zapatos negros en lugar de marrones. Y ella -de gran parecido con la actriz Paola Krum, como se lo remarcó Guido- también estaba radiante, preciosa con el vestido que la llevó al altar: falda de raso en A y larga hasta los tobillos, encaje en la parte superior y mangas japonesas, con la espalda descubierta y abotonada. ¡Hermoso! Demasiado como para arruinarlo en el agua…

Luego del desacierto de su marido, Mariela se acercó a un productor para que le colocaran un chaleco salvavidas, una medida de seguridad adecuada a la circunstancia: la pileta del Pantano es profunda. Luego se colocó en su posición y, tras el lamento del conductor ("No pudo ser, la respuesta fue… ¡incorrecta!"), las compuertas se abrieron a sus pies y, libre de todo sustento, cayó al agua de manera repentina.

Cuando la joven emergió, después de un instante, aquella falda larga hasta los tobillos cubría su cabeza. El esposo, entre desconcertado y distraído, no se acercó a auxiliarla. Sí lo hizo otro de los productores quien, rápido de reflejos, desde el borde de la pileta sujetó el vestido y acercó a Mariela para luego descubrir su cara, mientras la joven procuraba liberarse con sus brazos de la inesperada trampa.

No fueron más de dos segundos. Pero la escena asustó a todos los que estaban en el estudio, tanto como quienes lo siguieron por televisión. "¡Qué julepe!", exclamó Guido, quizás sabiendo que todo terminó en anécdota, y nada más. Por fortuna.