Nacional, Sunday 14 de April de 2024

Victoria Stella pertenece al Cuerpo de Bomberos de la Ciudad de Buenos Aires y actualmente está a cargo de dos jefaturas, de temática de género y asistencia al personal de emergencias. Cuando se anotó solo tenía tres compañeras.

Desde que era muy chica Victoria Sofía Stella hacía dibujos de bomberos, sin imaginar que esa iba ser su vocación. “Mi familia me dice que ellos ya veían esa pasión en mí, incluso antes de que yo me diera cuenta”, confiesa en diálogo con Infobae. Quería dedicarse a alguna profesión afín al servicio a la comunidad, y cuando estaba por terminar el secundario tomó la decisión definitiva de que quería ser bombera. En el 2000 fue a anotarse, pero le dijeron que no existía el personal femenino, porque hasta el momento solo podían ser hombres, y tuvo que repensar su futuro. Esperó a que se abrieran las primeras vacantes, y en 2004 inició su carrera. Hoy hace 20 años que se desempeña en el Cuerpo de Bomberos de la Ciudad de Buenos Aires. Actualmente tiene el cargo de comisario comandante, jefa de la Oficina de Genero y jefa A/c del Destacamento Sistema de Asistencia Crítica para el Personal en Emergencias.

A sus 42 años, está feliz por el camino profesional que recorrió, y también por las oportunidades que surgieron en las últimas dos décadas. Se acuerda que eran solo tres mujeres cuando dio sus primeros pasos, y a pesar de ese contexto, siempre se propuso cumplir con la función que le tocase de la mejor manera posible. A medida que repasa su historia, con mucha calidez, siente que no hay cuentas pendientes y que la constancia fue la clave para avanzar, tanto en la estructura jerárquica como en su vida personal.

Junto a su marido, también bombero, es mamá de una niña que está a punto de cumplir 6. “Estamos juntos hace 10 años, lo conocí compartiendo trabajo dentro de la institución, y nuestra hija mamó el mundo de bomberos desde chiquita, nació en una familia de papás bomberos, ya está en primer grado y entiende toda la dinámica; que papá se va al cuartel, mamá tiene sus guardias, y está súper orgullosa de nosotros”, expresa entre la ternura y la emoción.

Hacer historia

Victoria creció en San Miguel, provincia de Buenos Aires, y en su casa la vocación de servicio estaba muy presente. Su mamá, médica, y su papá, policía, fueron inspiración para ella, y también para sus hermanos. “Me enseñaron que pensar en el otro importa, y eso tuvo que ver, porque hoy una de mis hermanas es psicóloga, otra trabaja en tratamientos de estética, todos de alguna manera nos volcamos a lo social”, indica. En su momento creyó que estudiaría arquitectura, porque había hecho la escuela técnica en un secundario industrial, y el título de maestra mayor de obras la habilitaba a seguir ese rumbo.

“Esos seis años estudiando rodeada de una gran mayoría de hombres fueron fundamentales, porque me sirvió la experiencia para lo que iba a venir después, pero cuando llegó el momento de decidir qué iba a estudiar, charlé con mis papás y les conté que quería anotarme como bombera voluntaria”, revela. Y enseguida admite que esa tarde hubo un gran debate, y su madre le dijo que conocía muy bien la labor altruista, pero que tenía que ser consciente del estilo de vida que iba a llevar. “Tenemos un gran sistema de bomberos voluntarios en toda la Argentina, y ellos no cobran un sueldo, entonces tienen que tener otra profesión al mismo tiempo que desempeñan su vocación; entonces me decían que pensara de qué iba a vivir”, explica.

Su padre le dijo que otra opción podía ser la Escuela de Oficiales de la Policía Federal Argentina, en el escalafón bomberos. Así podría desempeñar la función a tiempo completo y recibir una remuneración por el trabajo. “Mi idea no era ser policía, yo quería ser bombero, y si ese era un camino, entonces lo iba a tomar, porque más allá de consultar, yo siempre fui desenvuelta y de tomar cartas en el asunto, así que al otro día llamé a la Escuela de Cadetes de Policía, pregunté cuándo eran las inscripciones para bomberos, qué documentación había que llevar, y allá fui con mi carpetita en el año 2000″, comenta. Se presentó, le tomaron todos los datos, y cuando le preguntaron para qué escalafón era el ingreso, ella contestó con total seguridad: “Para bombero”.

La mirada, el asombro y el silencio de la persona que la iba a anotar fueron el indicio de que algo no cuadraba. “Me dijo: ‘No, no podés, porque no hay mujeres en ese escalafón’, es decir que no existía la incorporación de personal femenino, y me tuve que volver a mi casa con esa gran desilusión”, manifiesta. Por el momento desistió y empezó a estudiar la carrera de Sociología en la UBA. Dos años después su papá se enteró de que prontamente iban a abrirse vacantes para mujeres, pero para cuando lo confirmó ya era tarde para inscribirse.

“El proceso era tal como es hoy en día, que lleva todo un año de selección, de pruebas, exámenes psicológicos, físicos, y de estudio, así que cuando intenté de nuevo anotarme ya estaban en etapa de evaluaciones; y para el 2003 entraron las primeras mujeres al cuerpo de bomberos, a la escuela de cadetes raso”, relata. No se dio por vencida, inició con la solicitud, y 12 meses más tarde ya había ingresado. “Descubrí un mundo nuevo y mucho más amplio de lo que me imaginaba”, confiesa.

Si bien el día a día en la estación es el trabajo principal que se suele asociar a los bomberos, junto a las intervenciones de las dotaciones en los incendios, las labores son muchas más. Por más que los primeros dos años de formación tienen como eje la rutina en el cuartel, el personal de bomberos rota en otras funciones, desde áreas de previsión, relaciones con la comunidad, capacitaciones escolares, hasta áreas técnicas y grupos especiales de rescate. “Incluye hasta el trabajo con perros, para detección de explosivos y rescates de víctimas, y hay más especialidades, como los bomberos profesores que dan clases de preparación física a los nuevos ingresos”, destaca. Este último también es su caso, porque luego de egresar en 2006, complementó su formación como Licenciada en Educación Física y Deportes.

 

Las primeras mujeres

Poco antes de su ingreso, Victoria recuerda que hubo algunas profesionales que se incorporaron por su formación académica previa, como arquitectas, químicas, ingenieras y abogadas, que luego se desenvolvían en áreas específicas. “Un año se anotó solo una chica para ser bombero raso, en otra promoción fuimos ocho, así, muy de a poquito, fuimos metiéndonos en la función”, sostiene. Aunque hubo desafíos, aclara que pudo transitar aquellos inicios de buena manera, y cree que su personalidad la ayudó a sortear obstáculos.

“No me puedo quejar porque a pesar de que era una institución totalmente manejada por hombres, yo tuve buenos compañeros y buenos jefes, y pude ir haciendo mi camino, hacerme entender y desenvolverme con muchísimo respeto”, destaca. Considera que el rol femenino es de suma importancia en las tareas a realizar, tanto por su mirada frente a las emergencias como por su aporte en la coordinación de las misiones. “Hay que desmitificar teorías sobre si las mujeres son más o menos fuertes que un hombre, porque la realidad es que el bombero trabaja siempre en equipo, es un pequeño engranaje dentro de un sistema para que las cosas funcionen bien; no es que una mujer va a ir sola a cubrir una emergencia, ni un hombre tampoco, siempre es una colaboración en red donde todos son claves”, ratifica.

Era difícil imaginar que la incorporación de personal femenino aumentara cuando Victoria comenzó su trayectoria, pero fue testigo de la perseverancia de muchas colegas para encontrar su lugar dentro de la institución. “En 2007 me autorizaron como la primera mujer con el rango de oficial para hacer el curso del Grupo Especial de Rescate (GER) –la fuerza que auxilia en intentos de suicidio, derrumbes, estructuras colapsadas y rescates subacuáticos-, que era muy exigente, y de 20 personas que lo hicimos, solo la mitad lo aprobamos y recibimos un número de comando”, indica. Ese logro es uno de sus mayores orgullos, porque también sienta precedente para otras colegas que quieran capacitarse en un área de trascendencia, que brinda conocimientos cruciales para la asistencia de tragedias.

“Hoy seguimos siendo pocas, pero somos muchísimas más que al principio, en los cuarteles de bomberos hay femeninos choferes de camión, bomberas a cargo, oficiales que trabajan con la parte eléctrica, dentro de la educación, o en las comunicaciones del Comando Operativo de Bomberos”, detalla. A modo de ejemplo, revela que actualmente integran el Cuerpo de Bomberos de la Ciudad un total de 1894 oficiales, de los cuales solo 392 son mujeres. “No somos la mayoría ni tampoco alcanzamos el 50%, pero estamos en un 20%, y creo que hoy somos bien recibidas”, asegura.

Cree que con el tiempo habrá más mujeres en las jefaturas, y más oficiales femeninos accederán a distintos rangos y jerarquías. Hoy ella tiene el rol de jefa en el equipo de género, y conoce en primera persona la importancia de liderar equipos que apunten a una sociedad más sana y justa. “Pueden surgir situaciones, y esas son las cosas que hay que trabajar, por eso se abrió esta oficina de género en octubre de 2023, donde lo que hacemos es intervenir, asistir, y contener a las víctimas que pertenecen al cuerpo de bomberos y han pasado o están pasando por situaciones vinculantes de violencia de género”, explica. Y agrega: “No está abierto a la comunidad, sino que nos abocamos a lo institucional, a los temas internos que puedan surgir, porque en los tiempos en los que vivimos, si bien no hemos tenido situaciones violentas graves o de abuso grave, es necesario porque todavía no se han corregido ciertos patrones, y pasa en todos los ámbitos sociales”.

Las tareas de prevención resultan claves en su trabajo diario, y convive con la labor que realiza en el destacamento de asistencia crítica para personas en situación de emergencia. “A partir de este año se incorporaron siete profesionales médicos y la adquisición de tres ambulancias, de las cuales solo está funcionando una mientras se capacitan y preparan las otras dos, para asistencia del cuerpo de bomberos en siniestros”, detalla. Este destacamento actuaría en determinadas situaciones de gravedad, cuando hay varias dotaciones trabajando, espacios que pueden colapsar o mucha carga de fuego. “Antes si algún bombero se lastimaba en ejercicio del deber, se ocupaba únicamente el SAME, que siempre está presente para la asistencia del público en general, y cuando fue necesario han atendido bomberos, pero hoy estamos preparando médicos propios que puedan estar para una primera respuesta para el personal”, indica con entusiasmo.

 

Riesgos y desafíos

A través de la preparación, el equipamiento, las capacitaciones, los protocolos y la protección, se busca reducir al mínimo los peligros propios del trabajo. “La verdad es que nosotros entramos y estamos donde nadie quiere estar en ese momento, en medio de la desesperación, la angustia y la soledad que atraviesa una persona que está sufriendo un accidente”, expresa. Por eso resulta fundamental la unión del grupo, que se convierte en una gran familia por la cantidad de tiempo que pasan juntos y las circunstancias que enfrentan. “Hay todo un sostén detrás de cada camión de bomberos, para estar preparados, para entrar a donde todo el mundo quiere salir, y se hace con mucha pasión y amor, no existe otra manera”, sentencia.

Son muchas las vivencias que guarda en su memoria de estos 20 años en ejercicio, pero hay dos en particular que tiene muy presentes. “Me pasó durante una intervención propia, cuando yo ya era mamá y me desenvolvía como jefe de turno de la Estación VII de Flores, que tuvimos una salida para un franqueo de acceso, que es una colaboración con personal policial para abrir una puerta y entrar a algún recinto”, relata. “Ingresamos a un departamento y había una mamá que había fallecido, junto a un nenito solo, de tres años, con evidencia de que había estado solo varios días, y esa imagen me atravesó”, confiesa.

En ese instante se preguntó qué hubiese pasado si no hubiesen llegado a atender esa emergencia, y no pudo evitar pensar en su propia hija, que en ese entonces tenía dos años. “Por más formación y preparación que tengamos, no dejamos de ser personas y de sentir, solo que al momento de la intervención pesa más el profesionalismo, la adrenalina y el tener que cumplir con la tarea”, asegura. Una vez más, considera que las charlas con compañeros de equipo son una base fundamental para que el vínculo los mantenga fuertes frente a la próxima misión.

El otro suceso que considera como el más difícil de su trayectoria ocurrió en diciembre del 2022. “Salió mi dotación a una intervención de un incendio en una obra, una renovación de una edificación que estaban remodelando, y tuvimos la desgracia de que uno de nuestros compañeros se cayó de un segundo piso al vacío y falleció”, dice con gran pesar y dolor. “Esas son las cosas que uno no quiere que pasen nunca, donde solo queda saber que se hizo todo lo posible, y tener la capacidad de empatía para contener al personal, y a las familias detrás de esa persona, que además tenía un carrerón”, expresa.

Hubo otros siniestros a los que acudió, como el derrumbe de la cancha de Ferro Carril Oeste en septiembre de 2021, y anteriormente también acudió a tareas de asistencia durante toda la pandemia de coronavirus. “Fue un contexto muy particular y lo viví también como segundo jefe del mismo cuartel de Flores, con la responsabilidad de estar a cargo de 120 personas, y que a pesar de la situación epidemiológica pudieran hacer su trabajo de la mejor manera posible, que cada uno vaya la intervención, haga su trabajo, y vuelva sano y salvo para poder irse a su casa con su familia”, rememora.

Combinar la maternidad con las guardias no fue sencillo, y sigue siendo un desafío algunas veces, pero junto a su marido conforman un equipo que se secunda, tanto en su hogar como en la profesión. “Cuando empecé esta carrera era muy jovencita, y tenía una proyección a futuro de familia, que pude formar, y creo que es importante que sepan eso otras futuras bomberos, que si esta es su profesión, si la abrazan con convicción, van a poder llevarla a cabo y construir sus vidas personales también”, manifiesta.

Se acuerda de cuando estaba en proceso de lactancia con su bebé, y tenía que cumplir con horarios imposibles en su trabajo. “Fueron mis decisiones, sabía bien que era lo quería hacer, y por más que como cualquier mamá hubo momentos que me cuestioné el tener que irme de casa por tantas horas, sé que mi hija el día de mañana cuando lo charlemos, desde una conciencia diferente y con la edad que corresponda, lo va a entender y va a estar orgullosa de su mamá, que hizo su labor con convicción, dando lo mejor según la responsabilidad asignada, y sin haberme quedado con ganas de nada a la hora de alcanzar mis logros”, concluye.

Fuente: Infobae