Goya, Wednesday 4 de May de 2016

El caracterizado sacerdote de la Diócesis de Goya, vicario episcopal para la cultura, cantautor chamamecero, presentó en la 41º edición de la Fiesta Nacional del Surubí una oración que presentó durante una de las noches del festival.

La súplica atrapó a la feligresía, por eso damos a conocer a continuación el texto completo.

Con permiso Padre Dios...

Escampó la lluvia y aquí estamos.

Contra viento y marea, llegó la Fiesta, Nuestra Fiesta.

Esta Fiesta que nació aquí, en el agua, junto al agua, con el agua.

Esta Nuestra Fiesta que quiere ser en grande

lo que vivimos y gozamos entre amigos cada fin de semana:

un tiempo de recreación y descanso, de  placer y entretenimiento…

un tiempo de compartir en la pesca, lo de cada uno:

la habilidad, la experiencia y también la suerte…

Y porque siempre esto nos pareció importante y hermoso,

algo sano y divertido, cosa de amigos y alma de la “barra”…

se pensó un tiempo y un espacio propio

para compartir, festejar y premiar en grande esa pesca,

nuestra pesca, la “Fiesta Nacional del Surubí”.

 

Pero, perdón, Padre Dios, casi me olvido.

No habría pesca, ni diversión ni fiesta, si no estuviera el Río.

Y el río es agua, y el agua es peces, y entre esos peces está el Surubí.

Misterioso habitante overo de nuestro río.

Buscada presa de los pescadores. Codiciado trofeo del turista.

Premio final a la paciencia y a la búsqueda. Símbolo de la Fiesta.

Aunque, pensándolo mejor, regalo tuyo, Padre Dios,

que sembraste la vida en las entrañas de nuestros ríos.

Mucho se habló y se habla de lo que fue y es nuestra pesca:

desde el mojarrero y la “liña”, el “espinel” y el “tramayo”,

del “rill” con sus “señuelos” al  “mallón”, la “jaula” y la “devolución”…

Y entre todo lo dicho, también se dijo: “Hemos colado el río”.

 

Pero ha llegado la hora de largar, de empezar, Padre Dios.

Todo está preparado, con mucho esfuerzo y sacrificio,

se ha llegado hasta aquí. Hay nerviosismo y mucha expectativa.

Pero hay un “pero”… Sí, un pero…  y es: Cómo y Dónde estamos…

En esta situación, en este tiempo, hijo del Cambio Climático.

con este Niño cabezudo, sin gobierno, incorregible,

que se viste de tormenta y de lluvia y se transforma en inundación…

En medio de la desolación y la necesidad de tanta gente,

se me mojaron las palabras y no sé qué decirte, Padre Dios.

No me animo, no me atrevo, no sé cómo expresarme.

Hoy no encuentro palabras para el rezo apropiado

que abra, empiece e inaugure la Fiesta…Quiero rezar y no sé cómo.

 

Querido Padre Dios, creo que corresponde hablar primero con el Agua.

Con nuestra Hermana Agua. Porque debo, ante todo, agradecerle la vida:

ella está en mí, al lado mío, bajo mis pies, y sobre mí…

porque es mi sangre, y es Paraná y es Acuífero,

y es el agua corriente y es la lluvia y hoy es la Inundación…

Sí. Y en medio de tanta agua, se me han mojado las palabras.

Y no sé qué decirte, Padre Dios... Sólo me nace pedir perdón.

¡Sí, Hermana Agua, una y mil veces: perdón, perdónanos!

 

Hoy más que nunca, estamos obligados a pensar lo que hemos hecho.

¿Quién puede enumerar las porquerías que tiramos al río?

¡Cloacas, basureros, deshechos y venenos… todo al río!

¡Si hablara el Paraná y con él los arroyos y los desaguaderos!

¡Hermana agua misericordiosa, perdón, mil veces perdón!

No alcanza con dedicarte un “día internacional” por año,

ni con hacerte un verso o una canción,

ni siquiera con rezar por vos de vez en cuando una oración…

Como decían nuestros abuelos “a Dios rogando y con el mazo dando”…

Esto no va más. Nos estamos suicidando. Así de claro y terrible..

¡Hermana agua misericordiosa, perdón, mil veces perdón!

 

Y, si no es mucho pedir, Hermana Agua, vuelve a ser Agua Bautismal y bautízanos  de nuevo el alma y el cuerpo, la mente y la mirada.

Lávanos el corazón de tanta codicia y malas intenciones,

de tanto individualismo egoísta y de tanta angurria escandalosa…

Lávanos, límpianos y purifícanos por dentro y por fuera,

personal y comunitariamente, como ciudadanos y como creyentes.

Nunca seremos felices pensando como se piensa y haciendo lo que se hace.

Aunque parezca mentira y una exageración, el agua que conocemos, 

que es dulce y es potable, y sin la cual no se puede vivir, se va a acabar.

Sí, está mermando y se va a terminar. Ya se la llama el “oro azul”.

Necesitamos redescubrir que somos hijos de un Dios –Amor,

hermanos y hermanas de todos los seres vivientes

y, a la vez, administradores responsables de todo lo creado…

 

Padre Dios Creador, Vos que te alegrás con tus hijos,

no permitas que se ahogue y termine aquí nuestra Fiesta.

Enséñanos y ayúdanos a celebrar la Vida.

Que nuestra alegría se fundamente en el compartir.

Que aflore una vez más y que se note nuestra correntinidad.

Que por sobre el individualismo y su indiferencia,

florezca fraternalmente nuestra solidaridad

y se vea que somos amables  y compasivos, serviciales y generosos.

Finalmente, Dios de la Misericordia, te pedimos que lo más pronto posible

podamos decirnos y decirle al país: “Sufrimos, pero aprendimos”,

“A mal tiempo, buena cara”… “No hay mal que por bien no venga”.

 

¡Padre, Dios de la Misericordia, bendícenos: Padre, Hijo y Espíritu Santo! Amén.-