Misiones, Tuesday 23 de March de 2021

Así se denomina al estado depresivo que se ha ido propagando durante la pandemia. El pensador surcoreano advierte sobre las dinámicas que nos llevaron a este punto y los peligros que se corren a futuro

Supervivencia, sacrificio del placer y pérdida del sentido de la buena vida. Así es el mundo que vaticina el filósofo coreano Byung-Chul Han después de la pandemia: “Sobrevivir se convertirá en algo absoluto, como si estuviéramos en un estado de guerra permanente”.

Han pertenece al gremio de los filósofos famosos. Con algunas pocas frases el pensador de origen surcoreano es capaz de inquietar a los ciudadanos y de llevar a sus alumnos hasta la desesperación presentándoles un panorama social muy inquietante. De ahí tal vez el creciente número de sus lectores.

Nacido en Seúl en 1959, Han estudió Filosofía, Literatura y Teología en Alemania, donde reside, y ahora es una de las mentes más innovadoras en la crítica de la sociedad actual. Según describe en una entrevista a la agencia EFE, nuestra vida está impregnada de hipertransparencia e hiperconsumismo, de un exceso de información y de una positividad que conduce de forma inevitable a la sociedad del cansancio.

“El virus SARS-CoV-2 es un espejo que refleja las crisis de nuestra sociedad. Hace que resalten aun con más fuerza los síntomas de las enfermedades que nuestra sociedad padecía ya antes de la pandemia. Uno de estos síntomas es el cansancio. De un modo u otro, todos nos sentimos hoy muy fatigados y extenuados. Se trata de un cansancio fundamental, que permanentemente y en todas partes acompaña nuestra vida como si fuera nuestra propia sombra. No es la ociosidad, sino el cansancio, lo que impera en tiempos de pandemia”, aseguró el filósofo asiático en un breve ensayo que publicó este domingo en el diario español El País.

En su ensayo La sociedad del cansancio, publicado por primera vez hace 10 años, Han describe la fatiga como una enfermedad de la sociedad neoliberal del rendimiento. “Nos explotamos voluntaria y apasionadamente creyendo que nos estamos realizando. Lo que nos agota no es una coerción externa, sino el imperativo interior de tener que rendir cada vez más. Nos matamos a realizarnos y a optimizarnos, nos machacamos a base de rendir bien y de dar buena imagen”, sostiene.

Se trata de la historia del mundo actual que produce seres con cansancio infinito, seres que funcionan como máquinas sin siquiera cuestionarse los por qués de su entrega vital a esa sociedad que sólo prioriza el rendimiento. De ahí la cantidad de enfermedades “neuronales”. La Organización Mundial de la Salud indicó que para 2020 la enfermedad que más inhabilitaciones laborales causará no será el cáncer ni la diabetes, sino la depresión y el estrés.

A un año desde la aparición del nuevo coronavirus, el mundo está al borde de otra crisis de salud: el trauma psicológico generalizado que provocó la pandemia. Las agencias de salud y los expertos advierten que se aproxima una ola histórica de problemas de salud mental: depresión, abuso de sustancias, trastorno de estrés postraumático y suicidio. Cuando las enfermedades atacan, dicen los expertos, proyectan una pandemia de lesiones psicológicas y sociales. Esta “sombra” a menudo es persistente a la pandemia por el virus y continúa atacando por semanas, meses e incluso años. Y recibe poca atención en comparación con la enfermedad, a pesar de que también devasta familias, daña y mata.

Los coreanos denominan “corona blues” al estado depresivo que se ha ido propagando durante la pandemia. Durante la cuarentena, sin contacto social, se agudiza la depresión, que es la auténtica pandemia del presente. La sociedad del cansancio comienza con el siguiente diagnóstico: “El comienzo del siglo XXI, desde un punto de vista patológico, no sería ni bacterial ni viral, sino neuronal. Las enfermedades neuronales como la depresión, el trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH), el trastorno límite de la personalidad (TLP) o el síndrome de desgaste profesional (SDP) definen el panorama patológico de comienzos de este siglo”.

Han explica que cada época tiene una enfermedad que nos va minando. En esta, la enfermedad proviene del interior, es neuronal y se manifiesta a través del estrés, la depresión, la histeria y el síndrome del burnout que llevan al individuo moderno a un colapso, generalmente producido por la entrega totalitaria de su vida al trabajo. “Lo que caracteriza al sujeto de esta sociedad, que al verse forzado a rendir se explota a sí mismo, es la sensación de libertad. Explotarse a sí mismo es más eficaz que ser explotado por otros, porque conlleva la sensación de libertad”, dice.

El pensador coreano, global y viral en su fondo y forma, expresa su preocupación porque el coronavirus imponga regímenes de vigilancia y cuarentenas biopolíticas, pérdida de libertad, fin del buen vivir o una falta de humanidad generada por la histeria y el miedo colectivo. “La muerte no es democrática”, advierte el pensador. El COVID-19 ha dejado latentes las diferencias sociales, así como que “el principio de la globalización es maximizar las ganancias” y que “el capital es enemigo del ser humano”. A su juicio, “eso ha costado muchas vidas en Europa y en Estados Unidos” en plena pandemia.

“Byung-Chul Han describe la sociedad neoliberal de Occidente. El filósofo toma algunos aspectos que ponen en evidencia cuestiones del presente y del futuro de la humanidad. Por un lado, que la pandemia no es algo aislado y producto del destino, sino que es consecuencia de un desarrollo desigual que está tomando el planeta con una acumulación de riqueza, y por el otro, que una gran parte de la sociedad vive con un deterioro y limitación de los poderes adquisitivos y una muy mala calidad de vida que invita a pensar no solo en el acortamiento de la sobrevida, sino en la posibilidad de que existan este tipo de epidemias con mayor frecuencia”, indicó en diálogo con este medio el psiquiatra Guillermo Bruschtein, integrante de la Comisión Directiva de la Asociación Psicoanalítica Argentina.

Bruschtein subraya que “como en este presente esta pandemia es desigual, no toma por igual a todos los sectores de las poblaciones, y pone evidencia la dificultad que significa para el sistema poder enfrentarla”. “Han hace un análisis del futuro y es pesimista. Dice que si no hay algo que cambie, este tipo de situaciones van a agudizarse, más allá de que las cosas se puedan resolver de una manera relativamente favorable. Para él, es probable que este tipo de situaciones catastróficas se vuelvan a repetir”, añadió el experto.

“El corona blues se define como la sensación generalizada de pérdida. La pérdida del tiempo, de proyectos, de estados esperados y de representaciones de la vida. Esto describe un estado de profundización del ‘blues’, que no es más que lo que los psicoanalistas venimos investigando y trabajando desde hace casi un siglo en términos de la melancolía, que ahora cobra nuevo sentido a la luz de esta situación pandémica, que ofrece nuevos elementos para que el sujeto vuelva a sentir esa ‘hemorragia interna’ por la que su propio yo se escurre y la vida comienza a carecer de sentidos”, manifestó ante la consulta de Infobae el psicólogo Jorge Catelli (MN 19868), miembro de la misma asociación.

Sin embargo, para Catelli “es muy importante remarcar que no cualquier estructura subjetiva ni cualquier tipo de personalidad se anuda del mismo modo al desarrollo de esta situación melancólica”. “Es necesario contar con algunas características subjetivas para que esto pueda precipitarse de este modo en la singularidad de los sujetos”, explicó. Y agregó: “Más que un espejo, el COVID-19 trae una metáfora del impacto de nuestro tiempo ante la posición maníaca del sujeto exitoso y del rendimiento esperado por nuestras sociedades. La enfermedad vino a denunciar, de modo flagrante, la fragilidad, la vulnerabilidad y la insignificancia del ser humano. Eso pone en juego el cuestionamiento del sentido. Tal vez, ese sea un horizonte posible para apostar por una pregunta que los sujetos se hagan para recalcular sus vidas”.

Uno de los mayores miedos de Han es el que la sociedad pase de ser una sociedad con cansancio crónico a ser una sociedad de dopaje donde el ser humano se convierta en una simple máquina de rendimiento ayudada por los nuevos fármacos, suplementos alimenticios y demás productos que sirven para “elevar el rendimiento”. Por el contrario, el especialista incita a sus lectores a repensar su cansancio y en vez de verlo como una consecuencia del día pesado de trabajo, que se aproveche como una forma de autoreflexión, un momento de quietud y detener los paradigmas sociales de esta vorágine de los adictos al trabajo.

“El virus SARS-CoV-2 sobrecarga nuestra sociedad del cansancio radicalizando sus distorsiones patológicas. Nos sume en un agotamiento colectivo y, por eso, se podría llamar también el virus del cansancio. Pero el virus es asimismo una crisis en el sentido etimológico de krisis, que significa ‘punto de inflexión’: al hacernos un apremiante llamamiento a cambiar nuestra forma de vida, también podría causar la reversión de esta precariedad. Solo podremos conseguirlo, eso sí, si sometemos nuestra sociedad a una revisión radical, si logramos hallar una nueva forma de vida que nos haga inmunes al virus del cansancio”, concluyó el experto en diálogo con el medio español.