En nuestra crónica titulada “Fútbol y lentejuelas” dábamos cuenta que las comparsas ajustan su presentación a un hilo conductor que guía la lectura integral de la propuesta que cada una presenta. Síntesis visual que suele apreciarse en los carros alegóricos.
La presencia de estas herramientas integrando los componentes de la comparsa aporta riqueza visual y, según su magnitud y elaboración, también prestigio a esta. Un buen carro alegórico se luce por sí solo desde lo artístico plástico visual, y al mismo tiempo genera un marco que exalta a la o las figuras que allí se integran, sea la reina u otros que se lucen desde ese lugar.
Los carros alegóricos implican un trabajo de producción mayor, pero serán siempre más vistosos que las plataformas rodantes. Atriles minimalistas, de escaso o nulo decorado, que solo buscan establecer un espacio desde donde elevar a determinados comparseros. Por lo tanto, y generalmente, no hallaremos aquí ninguna síntesis o conexión que desde lo visual nos remita a la propuesta temática.
Marcadas las diferencias, obviamente resultan más interesante y cobran mayor valor los carros alegóricos. No obstante, uno o ambos, son utilizados por nuestras comparsas a fin de enriquecer sus propuestas y destacar, ante el público y el jurado, por sobre las demás. Tengamos en cuenta que cuando queremos valorar a una comparsa por sobre otra, la mirada debe ser integral, y estas herramientas de las cuales hablamos hoy, son parte del todo.