El fenómeno, presente en escuelas secundarias, institutos terciarios y universidades, ha reactivado un viejo formato de evaluación que parecía en retirada: el examen escrito a mano.
Cada vez más docentes se encuentran con que sus estudiantes entregan trabajos prácticos, ensayos y exámenes domiciliarios íntegramente realizados por herramientas de inteligencia artificial como ChatGPT. El fenómeno, presente en escuelas secundarias, institutos terciarios y universidades, ha reactivado un viejo formato de evaluación que parecía en retirada: el examen escrito a mano.
En las salas de profesores y en las redes sociales se multiplican los relatos de docentes que se ven obligados a cambiar sus estrategias de evaluación. Algunos optan por mirar hacia otro lado. Otros, por recuperar evaluaciones presenciales tradicionales como única manera de garantizar que quien responde es efectivamente el estudiante, sin mediaciones tecnológicas. A diferencia de internet o la calculadora, la IA generativa permite delegar completamente la tarea de escribir, una actividad estrechamente ligada al pensamiento.
Sin embargo, esta vuelta al “saquen una hoja” no es unánime. Para muchos especialistas, estas instancias presenciales imponen condiciones artificiales que no reflejan la vida fuera del aula. Plantean, en cambio, la necesidad de diseñar nuevas formas de evaluación que no sólo contemplen el uso de la IA, sino que enseñen a emplearla de forma crítica y creativa.
Evaluaciones entre el dilema y la transición
Anabella Díaz, profesora de Lengua y Literatura y formadora docente, relata que en una reciente actividad domiciliaria solo dos estudiantes entregaron producciones propias; el resto recurrió a la IA. Decidió entonces sumar una instancia de defensa oral. “Muchos docentes estamos volviendo a formas tradicionales de evaluación no por falta de creatividad, sino porque sabemos que muchos estudiantes no pueden resolver las tareas sin IA”, explica.
Jimena Venturelli, profesora de Historia en Córdoba, vive una situación similar. “Volví a evaluaciones presenciales, con textos, documentos, autores. La IA tiene su potencial, pero también debemos ofrecer espacios donde se desarrollen procesos cognitivos sin asistencia tecnológica”, sostiene.
Pablo Valle, profesor en el CBC de la UBA y en la UNDAV, observa que en niveles iniciales el uso de la IA es casi inevitable, pero en los avanzados hay más compromiso con el esfuerzo propio. Su estrategia es combinar evaluaciones domiciliarias, parciales presenciales y defensas orales selectivas.
Nuevas estrategias, nuevas preguntas
El debate no es local. En el Reino Unido, un informe del diario The Guardian reveló que al menos 7.000 estudiantes universitarios usaron IA de forma indebida en el último ciclo lectivo. En paralelo, la caída de los casos de plagio tradicional sugiere un reemplazo de viejas prácticas por nuevas. La detección de textos generados por IA sigue siendo poco confiable, y el límite entre ayuda y trampa es cada vez más difuso.
Frente a esto, algunas herramientas comienzan a adaptarse: ChatGPT lanzó recientemente el modo “Estudia y aprende”, diseñado para promover un uso responsable mediante preguntas y pasos guiados, en lugar de respuestas inmediatas.
Desde la Secretaría de Educación de la Nación afirman que la IA educativa es una prioridad. A través del Programa PAIDEIA y la creación de un Observatorio de Inteligencia Artificial, buscan establecer marcos éticos y estrategias pedagógicas para su uso en las aulas.
El desafío: evaluar el pensamiento, no solo la respuesta
Expertas como Mariana Maggio, de la UBA, y Mariana Ferrarelli, de la Universidad de San Andrés, coinciden en que restringir el uso de IA no es la solución. Ambas proponen un enfoque de “doble carril”: evaluaciones presenciales sin tecnología y otras que incorporen IA, priorizando tanto el proceso como el producto.
Carina Lion, también de la UBA, sugiere “mestizar” estrategias: combinar escritos clásicos, orales y propuestas con IA. Para ella, enseñar a usar estas herramientas es parte de formar pensamiento crítico. Roxana Morduchowicz, autora del libro Educar en la era de la inteligencia artificial, considera que el foco debe estar en el análisis y la argumentación, no solo en repetir información.
Paola Dellepiane, investigadora en la UCA, propone evaluar las decisiones tomadas durante el uso de IA, los prompts utilizados y la reflexión sobre los resultados. “El problema no es que los alumnos usen la IA, sino si entienden lo que produce. Si buscamos desarrollar análisis y criterio, el uso crítico de la IA debe formar parte del aprendizaje”, explica.
¿De qué hablamos cuando hablamos de aprender?
Para muchos, el riesgo más profundo es la creciente “delegación cognitiva”: estudiantes que recurren a la IA como único recurso porque carecen de herramientas propias. “Nos estamos convirtiendo en estibadores del conocimiento. Enviamos consignas, los estudiantes las tiran a la IA y nos devuelven la respuesta. Pero el conocimiento no pasa por nadie”, resume Anabella Díaz.
La irrupción de la IA en las aulas está reconfigurando el sentido de enseñar y aprender. El verdadero desafío no es evitar su uso, sino recuperar el protagonismo del estudiante en el proceso. Evaluar no solo lo que saben, sino cómo piensan, cómo deciden, y cómo usan las herramientas que ya son parte de su presente y de su futuro.
Fuente: Infobae